Subimos al coche y nuestras maletas iban cargadas de ganas,
ideas, sueños ilusión y muchas expectativas, pero también iban llenas de
preguntas y miedos. Eso era porque íbamos a enfrentarnos a algo totalmente
nuevo y desconocido para nosotros, una realidad cercana en cuanto a distancia
pero muy alejada de lo que es nuestro día a día.
¿Se nos hará muy difícil la experiencia? ¿Qué podíamos hacer
nosotros por ellos? No los conocemos, algunos no hablan, ni se mueven… No vamos
a poder comunicarnos con ellos, pensábamos.
Fuimos adaptándonos
al ambiente de allí, conociendo sus nombres, sus problemas, pero guardando un
poco las distancias. Así, trabajábamos en lo que nos mandaban, pero no nos
sentíamos entregados al 100%. Íbamos a dejar pasar esta semana como si se
tratara de otra cualquiera.
Y nos propusimos conocerlos, quitar
ese muro que nos impedía acercarnos a sus vidas y dejarnos llevar. Solo así nos
sentíamos entregados al 100% y llenos al final del día.
Y desde ahí, una sonrisa, un beso,
un abrazo o incluso una mirada decían más que todas las palabras del mundo.
Llegamos pensando que se nos haría difícil la semana y el momento que se nos
hizo difícil fue la despedida.
Cualquiera que no haya podido vivir
esta experiencia o alguna parecida pensará que no es para tanto, pero
realmente, la Semana Solidaria es una experiencia que no deja indiferente a
nadie. Es descubrir porque para Él los más grandes son ellos.
Todos deberíamos empezar a darle importancia a lo realmente importante.
Blog Casa de la Misericordia, Alcuéscar
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